Aprender a dejar atrás todo, menos a ti mismo
Recuerdo mi mudanza a Madrid, y mi gente se olvidó de mí. Sencillamente dejaron de llamar, de preguntar. Hacían planes en grupos en los que yo estaba, pero ya no tenían sentido para mí. Te lo cuento.
Un día tu mundo deja de ser el suyo. Tu sigues siendo el mismo, volverás, ellos seguirán allí, con sus vidas, sus preocupaciones. Pero ya nada es lo que era; porque tu mundo ha cambiado y el suyo sigue igual.
Mi viaje a Madrid y el olvido.
Me informaron de que había una oportunidad que les interesaba llenar con mi currículum un 8 de Junio de 2022. Madrid, agencia con una proyección y espíritu realmente visionarios, grandes oportunidades, director de marketing. Sabían como vender la posición.
Hablé con las 3 personas que más podían influir en esa decisión para pedir su opinión:
Mi novia (ahora ex debido precisamente a este viaje)
El CEO de Improven, empresa en la que trabajaba.
Mi madre, confidente y guía durante los anteriores 24 años de mi vida y la persona que me ha dado alas siempre, sin importar a dónde quisiera volar.
¿Cómo terminó todo esto? Con 3 aprendizajes y una lección.
Comenzamos.
El final de una relación
Durante los primeros días de verano, ella (en adelante me referiré así a la persona con la que entonces compartía una relación para salvaguardar su intimidad) estaba visiblemente emocionada. Su novio se iba a trabajar a Madrid como mando intermedio, la relación iba bien, nos queríamos mucho y ambos dábamos por hecho que terminaríamos por casarnos en algún momento.
El avance del verano fue infame. Poco a poco pasaban los días y no parecía que fueran a cambiar los términos de la relación:
A distancia, yo subía desde Valencia hasta Gerona (4h de viaje) para poder verla.
Ella no se veía yendo a Barcelona a trabajar para facilitar que pudiéramos vernos cuando fuera a trabajar a Madrid.
Yo necesitaba esa decisión por su parte para ver que realmente iba a pelear por los dos, por la continuidad de la relación.
Durante el mes de agosto tuve 2 semanas de aislamiento total, digital y personal, en el que tuve tiempo para pensar. Si quería a alguien a mi lado de por vida, necesitaba que estuviera dispuesta a todo, como yo lo estaba.
Ahí algo cambió en mí: hay personas a las que su ciudad se les queda muy pequeña. A otras, como a ella, su ciudad era más que suficiente, y no había nada fuera que le llamara la atención.
Primer aprendizaje
Hay personas que hay que dejar atrás para poder crecer. De lo contrario, solo te arrastrarán con ellas.
Unos amigos que me olvidan.
He tenido la suerte de tener unos amigos más bien tranquilos, en todos los aspectos. Esto hacía que yo, que siempre he destacado por todo lo contrario, me dejara llevar por ellos y evitara situaciones que hubieran terminado conmigo en:
El calabozo la vez que me paró la guardia civil cargando una señal de tráfico arrancada del asfalto al hombro.
De matarme cuando les planteaba planes absurdos y potencialmente peligrosos, como perseguir un cerdo vietnamita untado en manteca de cerdo completamente desnudos por un chalet con una piscina vacía (alguno hubiera acabado dentro con algo roto).
De un estilo de vida dedicado a superar la última locura debido a que ninguno quería hacerlo conmigo y hacerlo solo perdía la gracia. Yo quería aventuras con amigos.
Les agradezco cada segundo que han pasado a mi lado diciéndome que soy subnormal, que mi hermano pequeño, con síndrome de Down, tiene más sentido común que yo. Pero, algo cambió desde aquel viaje a la capital.
Dejaron de llamar.
Sencillamente, esos fieles amigos que me habían acompañado durante prácticamente 4/5 partes de mi vida parecían haberse olvidado de mí. Solo 2 preguntaban de cuando en cuando: uno que había sido lo más cercano que he tenido a un hermano y otro, muy parecido al primero, que tenía que subir una vez cada 2-3 semanas a Madrid por reuniones.
No es que no me quisieran. Sencillamente su vida transcurría en paralelo a la mía, tenían obligaciones, novia, trabajo y estudios en Valencia. Yo ya no estaba en su día a día, en su círculo de prioridades.
Había que pasar página. Hay amistades que terminan cuando tu dejas de estar tan presente. Otras cambian y se enfrían, pasan de amigos a colegas. Y otras, como mi querido Havi Kay, el americano, que perduran a pesar de la distancia y el tiempo.
Y, lo peor, el regreso.
Regresé casi un año después por la ansiedad y un choque con uno de los directivos del grupo. Pero algo había cambiado en mí:
Ser honesto conmigo mismo respecto a los cambios que estaba viviendo, me había hecho más honesto con mi entorno. La verdad era lo único que estaba dispuesto a decir, y eso es algo que jode a mucha gente, también a mis amistades.
Mi tiempo solitario en Madrid me llevó a pasar horas paseando sus calles, conociendo la castiza capital y reflexionando. Valencia es perfecta, pero el mundo es grande y no puedo renunciar a verlo por una vida más cómoda. Una vida incómoda y cosmopolita es lo que me hacía sentir vivo.
Yo había cambiado aunque seguía siendo yo, pero ellos seguían siendo los mismos en todos los sentidos. Jamás me había sentido tan desconectado de todo y de todos. La rutina acaba con algunos y acomoda a otros; sin que esto sea necesariamente malo, pero yo tenía otras prioridades.
Segundo aprendizaje
Si quieres crecer debes abrazar la verdad, renunciar a la comodidad y marcarte retos que te pongan a prueba en todos los sentidos.
Un CEO que me retiene mal, una madre que me tira de casa bien.
Las últimas semanas antes de dejar mi trabajo en la consultora e irme a Madrid, el CEO de la empresa, Sergio, me hizo dar un paseo con él por Colón. Me habló de lo mucho que deseaba que replanteara mi decisión de irme, que me querían en la consultora.
Lo cierto es que, si de verdad quieres a alguien, le dejas libre, pero le das todo antes. No me lo dieron todo. Hacía tiempo que mi rutina laboral me dejaba demasiadas horas libres, que había pedido ser incluido en proyectos y que buscaba más responsabilidad y salario, pero no se cumplían. En la casa, si no eres consultor, eres de segunda categoría a todos los niveles. Yo les había dado todo, y era hora de cerrar una etapa para crecer.
Mi madre, sin embargo, me abrió las puertas y me dijo que ánimo. Que pasara a verles de vez en cuando (estuve casi 2 meses sin aparecer por Valencia jajajaja). Pero no trató de atarme, ni de decirme que la gran ciudad era muy grande y muy anónima, que se estaba mejor en casa, en lo conocido y cómodo.
Mi madre supo hacer las cosas bien: crio a un hijo inconformista, extremadamente curioso y lo suficientemente inconsciente como para no saber cuando hay que parar. Y no hay nada más bello que hacer libre a la otra persona.
Tercer aprendizaje
El camino correcto pasa por amar libremente y por rodearte de personas que solo quieran verte crecer y se alegren con tu crecimiento y desarrollo, a pesar del precio que deban pagar, como dejarte partir.
Conclusión
Regresé de Madrid por amor a la mujer que me dice que sí a todas mis tonterías porque me ve capaz y cree en mí; y por amor a mí mismo, a sanar lo que Madrid había evidenciado: necesitaba terminar con la ansiedad y la inseguridad. En unos meses voy a montar mi empresa, me voy a NY un mes y pico a vivir y buscar posibles clientes, tengo un futuro abierto por delante arriesgándolo todo.
He podido dejar claro con todo y con todos lo que busco: quiero amistades de verdad, transparentes, que solo hablen bien de mí y que se alegren conmigo de mis éxitos. Esto me llevará a perder a personas, pero es el precio de ser fiel a la verdad.
Y he podido “abrazar el caos” de mi vida, arriesgar todo. Dejar atrás a quién ya no puede acompañarme en mi camino, sea porque sencillamente no comparten mi estilo de vida o porque quieren atarme al suyo. Rodeándome de las personas adecuadas y exponiéndome a las situaciones que más me aterran: la más pura incertidumbre.
Me quedo, pues con un último aprendizaje: existen dos caminos, el del sufrimiento y el del arrepentimiento. San Pablo lo dejó claro en su segunda carta a Timoteo, capítulo 4, versículos 6 y 7:
“Porque yo ya estoy para ser sacrificado, y el tiempo de mi partida está cercano. He pelado el noble combate, he terminado la carrera, he guardado la Fe”.
Ojalá morir con esas palabras en mis labios: he pelado las batallas que eran nobles y lo merecían, he terminado la carrera habiendo hecho lo que tenía que hacer, y he guardado la Fe en Dios y en mí mismo.
Espero hayan disfrutado de esta entrega. Nos veremos próximamente.
Un saludo y feliz domingo.